En los últimos años este país se ha convertido en sinónimo de soluciones capilares de bajo coste y los calvos se han convertido en un El Dorado para Turquía, que pretende explotar al máximo un sector, el turismo sanitario, que ofrece grandes dividendos. Y no le va mal. Hace dos años, una fuente del Ministerio de Sanidad explicaba a este periodista que el objetivo que se ha había planteado el Gobierno era convertir a Turquía en el tercer mayor destino del turismo médico a nivel mundial en 2023, centenario de la fundación de la República.
A tenor de los datos del Consejo para la Promoción del Turismo de Salud, lo logró ya en 2018: Turquía se situó en cuanto a ingresos, en tercer lugar, solo por detrás de EEUU y Alemania, y en quinto lugar en cuanto a número de pacientes. “Un servicio médico cualificado; asequible y listas de espera mucho menores que las de los países europeos y hospitales modernos y bien equipados pueden permitir a Turquía hacerse con un buen pedazo del turismo sanitario global”, sostiene Turan Buzgan, presidente de la Asociación de Estrategias de Salud y Políticas Sociales (SASOMER), en declaraciones al diario local Daily Sabah.
La ventaja de este tipo de visitantes, apunta, es que gastan por cabeza “10 veces más” que un turista normal. Turquía dispone de un sistema público y gratuito de salud que, en los últimos años, ha mejorado notablemente en cuanto a la calidad de su atención e instalaciones. Pero, aunque se han abierto muchos centros de atención primaria, las consultas que exigen un mínimo de especialización corren a cargo de los hospitales, lo que congestiona el sistema y, además, el número de médicos por habitante es de los más bajos de Europa (1,8 por cada millar de personas, frente a los 3,8 de España). Así que, en paralelo, en las últimas décadas ha florecido la sanidad privada, muchos de cuyos centros tienen convenios y conciertos con el Estado.
El Gobierno turco ha visto en el turismo sanitario una oportunidad y ofrece subvenciones y ayudas para que las cadenas de hospitales privados capten a posibles pacientes en el exterior. Según los datos del Consejo para la Promoción del Turismo de Salud, el 32 % de quienes acuden a Turquía lo hacen para recibir tratamientos contra el cáncer —especialmente los rusos y de las repúblicas exsoviéticas—, el 19 % son clientes de cirugía estética -sobre todo de Oriente Medio- y el resto para una variada lista de intervenciones, empezando por la odontología y la cirugía ocular, en la que Turquía también se ha especializado.
El Organismo de Relaciones Económicas Exteriores de Turquía (DEIK) calcula que, en 2018, medio millón de extranjeros viajaron al país para someterse a una operación de cirugía estética, y de ellos, algo más de 400.000 fue para hacerse un injerto capilar. Se trata de una intervención sencilla, si bien lleva tiempo, entre seis y ocho horas.
Previamente a su viaje a Turquía, el paciente es atendido en una o varias consultas por correo electrónico o videoconferencia para evaluar la gravedad de su alopecia. “Por que no todos los tipos de calvicie pueden resolverse y se necesitan folículos de calidad”, explica un cirujano. Luego es recibido en Estambul por un equipo del hospital acompañado de un traductor. El día de la operación es sometido a una anestesia local y se procede a la operación: mediante micromotores se extraen los folículos, entre 3.000 y 4.000, de la parte trasera del cuero cabelludo y luego los enfermeros los clasifican en bandejas esterilizadas.