Las tensiones entre los obispos alemanes y el Vaticano amenazan con derivar en una grave crisis en la Iglesia católica. La Conferencia Episcopal Alemana (DBK) ha decidido seguir adelante con el incipiente debate reformista, nacido al calor de la investigación sobre abusos sexuales en Alemania, pese a la oposición vaticana.
El pasado fin de semana, los obispos se reunieron con representantes de organizaciones católicas para preparar el llamado “camino sinodal”, un foro en el que se prevé debatir asuntos como el papel de la mujer en la Iglesia, la homosexualidad o el celibato. El Vaticano ha advertido de que dichas cuestiones son competencia exclusiva de la Iglesia universal y no de una especie de sínodo nacional. Pero Alemania, pese a las advertencias por escrito, seguirá adelante.
El presidente de su Conferencia Episcopal, Reinhard Marx, miembro del reducido consejo que asesora al Papa en las reformas de la Iglesia y hombre teóricamente cercano a Francisco, viajará esta semana a Roma para defender el diálogo reformista. Pero los problemas vienen de lejos y la necesidad de Alemania de imprimir mayor velocidad a la transformación y apertura de la Iglesia comienza a abrir importantes grietas entre la Santa Sede y la Iglesia más rica del mundo.
Una investigación encargada por la Conferencia Episcopal Alemana documentó hace un año 3.677 casos de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia a menores. Desde entonces crece la presión para debatir y reformar las estructuras que permitieron esos abusos, la cuestión del celibato o el papel de la mujer en la jerarquía eclesiástica, por parte de unas bases que ven cómo su Iglesia pierde miembros a marchas forzadas. Marx, un hombre directo y brillante, lidera esta suerte de corriente de oposición progresista.
Los obispos alemanes se reunieron el pasado fin de semana con representantes del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZdK, por sus siglas en alemán), la organización en la que están representadas 140 organizaciones, así como personalidades de la política y del mundo académico.
Fuente: El País