Hace cinco años, Cielo González volvió a nacer, al menos así se siente ella, porque desde abril del 2014, cuando le implantaron un corazón artificial, todo en su vida cambió.
Esta mujer, de 61 años, nacida en Albania, Santander, durante 30 años dictó clases en una escuela de su pueblo natal y jamás imaginó que sería la primera paciente en Latinoamérica en cargar su corazón en una maleta.
Se trata del Heart Mate II, un dispositivo diseñado por ingenieros aeroespaciales que bombea sangre al corazón y depende de un minicomputador que Cielo carga en un bolso que se ata a su cintura, como si fuera un canguro. “Al principio, la gente en la calle me preguntaba que si vendía minutos, pero yo solo me reía y les decía que no. Luego les explicaba qué ocurría con mi corazón y cómo cambió mi vida”, cuenta entre risas.
En medio de su cotidianidad, Cielo comenzó a sentirse fatigada, “hasta para comer me cansaba”, recuerda. Por esta situación se retiró de su trabajo y se vio obligada a pasar largas temporadas hospitalizada.
Cuando tenía 56 años, esta santandereana se convirtió en paciente potencial para un implante de corazón artificial, luego de que le diagnosticaran una cardiomiopatía dilatada congénita. Sus tres hermanos murieron por esta enfermedad, lo que significaba que no era apta para hacerle un trasplante de corazón convencional.
Pero para convertirse en la primera portadora de un corazón artificial debió poner una tutela y un desacato a su EPS Avanzar Médico para que le autorizaran la cirugía, que cuesta aproximadamente 700 millones de pesos y le salvó la vida. “Pusimos la tutela en diciembre del 2013 y la intervención se la hicieron en abril del 2014 porque decían que era muy costosa; gracias a Dios, mi mamá aguantó hasta ese tiempo”, narra Yadi Yesenia González, hija mayor de Cielo. “En las noches se coloca a cargar y duermo directamente conectada a la energía mientras estas baterías están cargando”, relató Cielo.
Sin embargo, la mujer debe estar siempre acompañada, pues por una trombosis que sufrió antes de la cirugía, no tiene fuerza en una de sus manos, hecho que no le permite conectarse sola.
Fuente: El Tiempo